Tengo sueño, me da pereza levantarme. Me impongo hacerlo porque sé que me voy a sentir bien. Desayuno. Armo el bolso. Tomo el ómnibus y en pocos minutos llego al club.
La piscina me espera.
En el instante en que me apronto para la ansiada zambullida, cierro mis ojos, me libero mentalmente del peso de las múltiples actividades acumuladas durante la semana y…estirando al máximo mi cuerpo, me inclino y me sumerjo como una lanza hasta la profundidad.
Siento cómo el agua tibia roza todo mi cuerpo y me abraza dándome la bienvenida.
Emerjo a la superficie renovada, me siento más liviana, ágil, casi etérea.
Me uno a la clase de “fitness acuático” (modalidad de trabajo en el agua más fuerte que la hidrogimnasia). Me alegro de no tener que pelear contra la gravedad. El agua amortigua mis movimientos al ritmo de la música y me produce un suave masaje revitalizador.
Los últimos minutos de la clase son dedicados al estiramiento y la relajación. Enya me envuelve con su melodiosa voz mientras las aguas se van aquietando.
Inspiro profundo, me extiendo y exhalo varias veces, aflojándome por completo, hasta sentir que floto como un camalote en el lago.
La clase termina en una ambiente calmo y placentero y yo quedo pronta para encarar una nueva semana.
HAGAN LA PRUEBA!
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