Tuve la suerte de tener a mis cuatro abuelos vivos hasta mis treinta años y pico de años . Ahora que no están, recuerdo con nostalgia y alegría a la vez, cada uno de los momentos vividos a los largo de mi niñez, adolescencia y juventud.
Ellos me enseñaron a caminar por la vida con seguridad, fortaleza y alegría.
También jugaron conmigo, me acompañaron, a veces me rezongaron, pero todo lo hicieron con un inmenso amor que siento hasta el día de hoy.
Los llevo en mi corazón todos los días y sé que tengo algo de cada uno de ellos (soy rezongona como la abuela Rosa, paciente como el abuelo Frañu, con humor ácido como el Tato y con una cuota de romanticismo como la Nona).
19/6/12
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