19/12/11

Yo no me siento sola


Ella era muy joven, había salido del orfanatorio a los 18 años y no tenía familia, trabajo fijo ni un lugar digno donde vivir.
El padre del bebé que estaba esperando la había dejado. Ella estaba sola con su panza.
Cursaba el noveno mes de embarazo y su frágil cuerpo apenas podía cargar los pesados kilos que protruían en su delgada figura.
Se acercaban las Fiestas, esa época del año siempre la ponía triste...

La noche del 24 de diciembre se acostó a dormir en el cuartito de pensión que había conseguido a cambio del servicio de limpieza y soñó que tenía una familia y que festejaba la Navidad con alegría, rodeada de amigos y de regalos.
De pronto se despertó al sentir que un tibio líquido bajaba y se escurría entre sus piernas. Apresuradamente agarró el bolso que ya tenía preparado, salió a la calle y pidió a un taximetrista que la llevara al hospital público lo más pronto posible.
Gemía de emoción y de dolor. Unas horas más tarde dio a luz una hermosa niña.

A la mañana siguiente, después de amamantarla y de tenerla entre sus brazos largo rato, acariciándola, besándola y recorriendo su cuerpecito como para no olvidar jamás esa sensación de tibieza que se generaba al entrar en contacto sus pieles; la colocó en la cunita. Buscó un pedazo de papel y una lapicera, escribió el nombre que había elegido para su beba y lo prendió con una nodriza en la batita blanca de crochet que le había tejido con tanto amor.
Con lágrimas en los ojos se inclinó y besó a su hija.
Dolorida y aún sin fuerzas, se vistió, agarró sus pocas pertenencias y cuidándose de no ser vista por nadie, logró salir del hospital...con sus manos vacías.
La niña fue entregada en adopción rápidamente, era la voluntad de su madre. Sus padres adoptivos respetaron el nombre que tenía pero le agregaron uno más.
Creció y se convirtió en una saludable, inteligente y alegre niña que siempre estuvo rodeada de personas que la amaron y la protegieron.
Día tras día ella sentía que la vida le sonreía. De igual manera...ella le sonreía a la vida.
Iba a cumplir cinco años.

El 25 de diciembre, toda la familia estaba reunida para festejar un doble acontecimiento.

- Hoy es mi cumpleaños!!!. Me dijo la maestra de la Escuela Dominical que cumplo el mismo día que el Niño Jesús- exclamó la niña a viva voz con una campana en su mano que tintineaba con fuerza para llamar la atención de todos.

La mamá la miró con ternura y le dijo:

- Feliz cumpleaños y Feliz Navidad: Soledad.
- Mami, no me llames más Soledad. Yo no me siento sola. Hoy decidí que quiero que me llamen por mi segundo nombre.
- Está bien mi amor, como tú quieras: ¡Feliz cumpleaños Natalia!


(La fotografía es bajada en préstamo de imágenes de Google)

3/12/11

La distancia más corta entre dos personas es...LA RISA

Desde hace un poco más de un año y medio, mi amiga Patricia y yo creamos un movimiento llamado MAMA MIA. Nuestro deseo es, a través de nuestra propia experiencia, apoyar a las personas que transitan el cáncer con palabras de aliento, esperanza y fe.

Ayer hicimos una visita a las pacientes oncológicas del Hospital Pereira Rossell. Nos acompañó Sabrina con su radiante sonrisa y las tres, cargadas con la batería del buen humor y mucho amor entramos a la sala de las mujeres internadas.
Todas estaban acostadas, algunas solas, otras acompañadas, con caritas tristonas y poco entusiasmo.

Entré a cada box, me presenté y una a una las invité a reunirnos en el solario para compartir un rato ameno. Me miraron con desconfianza. Unas pocas accedieron de primera. Con ellas comenzamos una charla distendida, presentándonos, contando nuestros testimonios y con gran sorpresa observamos que de a poquito se iban acercando con sus sueros, sus sillas de rueda, sus acompañantes. A una de ellas la vinieron a buscar para la sesión de radioterapia y nos dijo entusiasmada: "Espérenme, ya vuelvo". Otra pidió un almohadón para estar más cómoda con la enfermera a su lado cuidándola. Médicos, y personal técnico se sumaron a la rueda.


Durante dos horas, reímos , hablamos, nos escuchamos y nos abrazamos. Les regalamos unos coloridos pañuelos que lucieron muy contentas y posaron para la foto.

Fue una hermosa jornada.


¡Nos emociona comprobar que con tan poco, se puede hacer tanto!
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