6/10/11

Hace un año (V)


Sin duda la visita a Polonia fue de las experiencias más impactantes de mi vida.
Mis quince días dedicados a recorrer el centro, sur y este del país me permitieron descubrir la tierra de mis ancestros.
Una país cargado de historia, con hermosos paisajes y construcciones antiquísimas conviviendo con la modernidad de estos tiempos.
Disfruté de los bosques de abedules mientras viajaba en tren u ómnibus de ciudad en ciudad, partiendo desde Sieradz, donde mi amiga y guía Anna me esperaba.


El caudal de información recibida por parte de una profesional amante de la arqueología y de la cultura en general, no lo podría haber obtenido si hubiera viajado en una excursión convencional.
Descubrí a Mateyko, el pintor más renombrado, quien plasmó en sus lienzos la historia del país con un detallismo increíble y al antecesor de los impresionistas Piotr Michałowski que pintó un retrato digno de Van Gogh.


Contemplé las múltiples estatuas del reconocido poeta polaco Adam Mickiewiczowi y hasta me animé a comprar una antología de poesía polaca!
Escuché la leyenda del Dragón de Cracovia con variantes particulares, según el lugar donde se contara.
Deambulé por majestuosos castillos que no tienen nada que envidiarle a los muy renombrados del resto del mundo.
Me deleité caminando entre los rosales a los pies de Chopin y contemplé a Varsovia, la ciudad destruida y vuelta a renacer, desde lo alto del Palacio de cultura y ciencia, el edificio más alto del país.
Estuve en la Universidad Jagelonski, la más antigua, en Cracovia, donde Copérnico estudió y donde en una sala exclusiva, se presentan los instrumentos con que realizó sus cálculos y donde pende el primer globo terráqueo con la presencia de América.
Caminé por las empedradas callejuelas del pintoresco Kazimierz, refugio de los artistas y bohemios que buscan inspiración en la naturaleza en las afueras de Lublin.
Ingresé a las profundidades de la bellísima Mina de Sal Daniłowicza decorada en toda su extensión con obras esculpidas en el mismo material.

Me encontré con mi familia en la ciudad de Przemyśl y corroboré la maravillosa fuerza de la información genética.
Comí bigos, naleśniki, kopitka, żurek, flaki, kluskiśląskie, piroguis, barszcz czerwony y llené mi tanque con beberajes tales como cerveza caliente, vodka y licores varios que me aseguraban energía para todo el día...


Pisé la tierra de mis abuelos, sentí los olores y sabores del lugar, escuché su música, y hablé con gente linda que sonaba de una manera que yo tengo grabada en el fondo de mi ser.

Me falta el norte y el oeste así que...tendré que volver!

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