5/1/12

La noche del 5 de enero


Cuando éramos chicos, mis primos Jorge y Pablo, mi hermano Eduardo y yo veraneábamos en la casa de los tatos.
Aclaro, mis padres, mi hermano y yo vivíamos en Buenos Aires y en las vacaciones, cruzábamos el charco para afincarnos en La Teja durante casi tres meses.
Mis primos vivían muy cerca, pero la noche del 5 de enero se hacia campamento y nos quedábamos todos a dormir juntos .
Esa noche era muy especial, era una verdadera fiesta. Los nervios nos estrujaban la barriga. Corríamos de un lado a otro tratando de descubrir el escondite de los regalos... sin suerte. Finalmente los mayores daban el toque de queda y nos mandaban a dormir previa colocación de los zapatos al lado del arbolito de Navidad.
Mis padres y tíos argumentaban que tenían que salir y desaparecían durante algunas horas mientras los niños nos quedábamos con el Tato y la Nona.
Les hacíamos creer que obedecíamos, haciéndonos los dormidos, pero en realidad tramábamos husmear sigilosamente por la fina ranura que quedaba entre la puerta y el piso cuando llegaran. Nos arrastrábamos como lombrices y hacíamos nuestros máximos
esfuerzos por ver qué traían pero sólo veíamos suelas de zapatos que iban y venían tratando de no hacer ruido para no despertarnos...
Nosotros, entre risas y cuchicheos ahogados, tratábamos de confirmar si los Reyes nos traerían lo que habíamos pedido, pues sabíamos que no eran ricos y no siempre podían cumplir con la lista de las cartas enviadas.
No podíamos ser descubiertos pues corríamos el riesgo de que se arrepintieran y cargaran nuevamente los camellos, así que después de un largo rato de jarana noctámbula e infructuosa observación del entorno, nos metíamos nuevamente en las camas y nos dormíamos.
A la mañana siguiente, como por arte de magia, nos despertábamos antes que todos, corríamos al living y ahí nuestros ojos desorbitados finalmente lograban ver los coloridos y tan deseados regalos... una carpa de indios de lona ...de verdad,  la canana y la estrella del sheriff, una muñeca Pielangile, el monopatín, la pelota de Peñarol, el pata-pata,  juegos de caja... parecía una juguetería!
El resto del día consistía en hacer uso de todo y visitar a los demás familiares y amigos para seguir recibiendo regalos.

¡Qué lindo es recordar aquellos años en los que costaba obtener las cosas y todo se disfrutaba mucho y por mucho tiempo!


¡Me parece que estas caras serias de los niños indican que aún no habían llegado lo Reyes Magos!

1 comentario:

Lucía.uy dijo...

....buenos recuerdos Eli! y que te dejaron hoy en tus zapatos? por lo menos un suculento desayuno?
un abrazo y buen comienzo de año!

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